Bibliográficos

El pensamiento de la invención: lo transductivo-analógico

María Gabriela Gentiletti

En el libro «El pensamiento creador en la enseñanza» se puede ver en profundidad de qué forma para lograr su potencia transformadora, entonces, el arte emplea un mismo procedimiento mental: la transducción-analógica. Siendo sus mecanismos más visibles el montaje y la desterritorialización- reterrorialización. Mediante ellos la psiquis (consciente e inconsciente) puede captar relaciones ocultas, olvidadas o nunca concebidas, estableciendo encuentros, en apariencia azarosos, entre aspectos de la realidad alejados o de “mundos” separados, habitualmente, entre sí.

En el pasaje del pensamiento transductivo al pensamiento racional se descubrirán conexiones entre elementos afines antes distantes. Esta distancia se produce a causa de la interrupción o el opacamiento que suelen causar las cadenas del lenguaje y el pensamiento consciente y las modelizaciones culturales.

Se trata por lo mismo de otro-modo de conocimiento que, a la vez que produce extrañeza, intensifica las emociones de quien lo experimenta; suscita el desconcierto, el asombro, la sorpresa, la inquietud, la intriga. Todos estos estados intelectuales y emociones movilizan el pensamiento más allá de sus límites y, con ello, lo invitan a la posibilidad de buscar sentido a estas nuevas percepciones-expresiones. Es en ese impulso donde la mente comienza – un tanto involuntariamente- el movimiento de creación.

            Pero esto sólo ocurre cuando la percepción consciente, por falta de conocimiento, miedo o carencia de práctica, no descarta a las producciones mentales transductivas, al mero absurdo, emparentándolas al equívoco, al error. Generalmente, ese es el resultado habitual de las mismas –ser descartadas- porque su “lógica” difiere radicalmente de los modos de la construcción del conocimiento “racional”.

            Y, sin embargo, habría que advertir que ambas lógicas no son incompatibles, ni tampoco opuestas. Para lo mismo hay que ver que en el comienzo, en el surgimiento de todo nuevo sistema teórico –por ejemplo- hay siempre procesos transductivos subyacentes. Tanto en el recorte de un problema de investigación, como en el planteo de la hipótesis, como en la selección de una metodología oportuna, hay siempre un “salto” creativo.

No hay posibilidad de fundar nuevos modelos conceptuales sino se establecen nuevas “conexiones”, si no se modifica la escala del campo de investigación (desterritoriar-reterritoriar), si no se invierten algunos supuestos (transmutación), si no ocurre cierto desplazamiento –quiebre- del enfoque habitual (des-montaje). En toda nueva propuesta teórica hay un “elemento extraño” que irrumpe haciendo variar el curso de los discursos instituidos. Veremos entonces que ambos modos del pensamiento son complementarios, concomitantes, ida y vuelta de dos lógicas diferentes que interactúan logrando, en caso de poder hacerlo, un mismo fin: la creación.

La “transducción”: cuando la mente juega

¿Por qué soñamos al dormir? ¿Por qué entramos en ensoñaciones diurnas? ¿Por qué nuestra mente se “pierde” en infinitas divagaciones? ¿Por qué los niños piensan el mundo de modo animista y mágico? ¿Por qué los adultos tendemos a volver a ese pensamiento infantil  (animista y mágico) ante las dificultades de la vida? ¿Por qué el mito trataba de modo indiferenciado los planos de la naturaleza vegetal, animal, humana y divina? ¿Por qué “viajar” ha sido y es una actividad tan deseada? ¿Por qué todas nuestras tensiones se liberan con el humor y la risa? ¿Por qué la imaginación produce infinitos mundos de ficción? ¿Por qué el poeta crea metáforas capaces de multiplicar las imágenes y los sentidos del mundo? ¿Por qué los científicos generan nuevos problemas de investigación e hipótesis capaces de ampliar las posibilidades del mundo y los límites de la vida? ¿Por qué los filósofos crean nuevos conceptos que expanden las ópticas y los territorios de lo pensable?

¿Por qué todas estas actividades generan sensaciones tan placenteras?

¿Por qué la psiquis humana encuentra una “satisfacción casi orgánica”[1]en la producción de estas conversiones sobre la “realidad” dada?

En principio, porque frente a todos los temores, los agobios, los sufrimientos, las carencias, las pérdidas, que la existencia humana debe padecer, la mente genera –más o menos automáticamente- un espacio-tiempo (virtual o real) en el que reconstituirse y compensarse de todas sus atribulaciones.

Pero también porque la mente gusta y goza (el niño goza de su juego = la mente goza de su juego) del juego libre de inventar nuevas formas, de hallar combinatorias-mezclas inesperadas, de encontrarse con lo insólito saliendo de los territorios habituales.

Porque en todos esos movimientos hay un modo en el que se desarrolla el pensamiento quizás “ese otro tipo de pensamiento” que gobierna sobre el pensamiento del pensar consciente. Un modo de pensamiento que sigue el fluir dinámico de “la vida”, un modo de pensamiento que siguiendo el curso mismo del devenir, debe superar, exceder, desbordar, las formas instituidas por la cultura vigente. Se trata del “pensamiento transductivo”.

Pero… ¿Qué es, más precisamente, la transducción?

1-         El término transducción fue utilizado por Stern –y retomado por Piaget- para hacer referencia a los razonamientos primitivos de los niños que van de lo particular a lo particular (Piaget, 2007), que no derivan de la deducción sino de analogías inmediatas.

Piaget explica este modo de pensamiento apoyándose en el siguiente caso:

“Roy (edad 8) nos dice que la luna crece. ‘Mitad’ de la luna (su creciente) se convierte en un ‘todo’. “¿Cómo es que la luna crece?”—Porque se vuelve más grande—. ¿Cómo es que sucede? —Porque nosotros también crecemos. —¿Qué la hace crecer?¨ —Las nubes.— ¿Cómo empezó esto? –Porque nosotros empezamos a vivir— ¿Cómo la luna se hizo para estar ahí? —Porque nosotros nos hicimos para estar ahí— ¿Y acaso eso hizo que la luna creciera? —Sí— (…) ¿Por qué? —Porque las nubes la hicieron crecer”, etc. —”  (p. 188)

Así, Piaget ha postulado que la transducción es una de las características del pensamiento infantil que corresponde al período pre-operatorio. En su versión, la transducción es presentada desde una visión negativa y como excluyente de los procesos lógicos rigurosos del pensamiento. El niño opera por analogías que comparan un solo elemento de cada fenómeno, descuidando todos los restantes; por esto, la transducción infantil no cumple con las exigencias de la lógica de la reversibilidad. La mente infantil considera cada caso aislado sin comparar uno a uno cada atributo de los elementos que coloca en un mismo conjunto; esto es lo que le impide llegar a generalizaciones correctas. En definitiva, para Piaget, el pensamiento transductivo queda ligado a los casos concretos, realizando todas las series de relaciones sin apoyarse en conceptos, fuera de la operatoria formal de la lógica.

            El territorio de la transducción y lo analógico es el primero que alcanza el pensamiento del ser humano; el mismo se produce aún en la ausencia de la internalización de las herramientas culturales que formalizan sus procedimientos y proveen marcos categoriales a sus contenidos.

            Las formas privilegiadas de lo analógico se construyen sobre lo percibido por el niño dentro de lo “visual-directo” y, por lo tanto, tiene como elementos básicos de sus formaciones a la imagen, los símbolos y los índices. Asimismo, el pensamiento analógico trabaja sincréticamente, reuniendo o mezclando elementos heterogéneos de forma indiscriminada bajo un mismo conjunto. Esto se debe a que no cuenta para su organización con un criterio lógico que le permita realizar clasificaciones y relaciones “adecuadas”. Los modos analógicos de agrupamiento tienen un fuerte componente psicológico más que lógico y, por lo mismo, se ven orientados por la intensidad de los estímulos perceptivos o por las emociones o afectos a los que aleatoriamente se vean asociados.

            La transducción infantil se caracteriza por ese movimiento que realiza asociaciones inauditas e impresiona a las mentes adultas con su potencia imaginaria y creativa. Más adelante, la misma es “ordenada” bajo los principios de la lógica de las clasificaciones y las relaciones; los elementos de la realidad son incluidos en clases o conjuntos, de acuerdo a criterios que tienen en cuenta los atributos semejantes, las cualidades diferenciales y las jerarquías dentro del sistema de relaciones. De esta forma, se pasa se pasa de lo “sincrético” a lo “discreto”.

            Pero la transducción -según esta mirada renovada por Simondon- la transducción es una de las formas de la inferencia que lleva al pensamiento creativo, por lo que lejos de ser “ahogada” bajo las categorías del “pensamiento operatorio concreto y formal” debe ser integrada a los mismos:

“Si se observa con detenimiento, el campo analógico es el territorio de la apertura, de la inclusión, campo en permanente expansión que supera cualquier límite, rebasa cualquier frontera. (…) Este poder analógico, que conecta dominios cognitivos y conductuales y relaciona diferentes esferas de experiencia en la producción de conocimiento, nos permite alegar que la actitud logicista e informativa de la educación ya no puede parapetarse en el conocimiento científico, exaltar la explicación y mostrarse indiferente con respecto a la comprensión. Debe ser propósito educativo procurar un sano equilibrio entre ambas esferas cuyos límites, si bien imprecisos, se fundan en la certeza de que todos los hombres son dueños y señores de dichas capacidades y las ejercen de hecho y de derecho en el transcurso de su vida, razón por la cual no debe perderse de vista en el proceso educativo. (Cárdenas, 2010: 3,4)

2-      En un segundo sentido el término transducción se aplica a los procesos de individuación de los seres vivos.

            Este término ha sido acuñado dentro de la filosofía principalmente por Gilbert Simondon (1924-1989) para explicar uno de los procesos que organizan a todo lo viviente. Para Simondon (2009) todo ser viviente contiene una cantidad incalculable de potenciales que han de desplegarse y toda realidad se halla inmersa en un permanente devenir, en una incesante transformación. Si lo viviente tiene en sí un potencial de despliegue; esto mismo hace que ningún organismo alcance una identidad definitiva y estable, sino que más bien esté inmerso en un proceso continuo de “individuación”. Todo ser vivo está, por lo mismo, dentro de equilibrios meta-estables que guardan en sí la potencia de un nuevo estado. Cada ser vivo es capaz de desfasarse a sí mismo, amplificando el nivel que previamente había alcanzado.

            Este proceso de individuación impide que cualquier ser viviente pueda ser pensado como una unidad de identidad, puesto que esa identidad anula las diferencias que el ser vivo produce en sus transformaciones. La forma –que propone Simondon- de denominar la individuación de lo viviente, sería mejor, como “unidad transductiva”. Esto implica que todo organismo conforma una unidad que se va transformando a sí misma. La vida implica siempre una actividad que va propagándose progresivamente y amplificándose. Dentro de esa actividad amplificante hay información que se transmite –Simondon concibe a la información como aquello que in-forma, que da-forma. La transducción dentro de los sistemas vivientes es la operatoria que va transfiriendo información de un estado al otro, de un dominio al otro. Llamamos transducción, entonces, al proceso de transmisión de información en el que se opera siempre una transformación y que implica la aparición correlativa de nuevas dimensiones y estructuras. La transducción permite, con esto, el despliegue de los potenciales de los sistemas vivos –incluso físicos- y, con ello, sus sucesivas transformaciones en pos de equilibrios cada vez más estables.

La vida, todos los seres vivos, tienen entonces, una condición transductiva o proteica[2]. Esto implica su invariable transmutación.

3–      El término transducción es utilizado –a su vez- en el campo de la ciencia; por ejemplo en genética o electrónica. En general, designa el modo en que un tipo de señal se transforma en otro distinto al transferirse de un sistema a otro. Las señales que entran a un sistema son análogas a las que salen de él. Es decir que en la transmisión experimentan una transformación que las hace en parte iguales entre sí y, en proporción mayor, las vuelve diferente. Por esta razón hay relación de analogía, pero no de identidad.

            Por ejemplo, si se piensa en un micrófono, este artefacto puede ser considerado como un “transductor”: las señales que ingresan al mismo son acústicas, mientras que las que salen son ya de naturaleza electromagnética. Aún en esta transformación, mantienen una relación de analogía, que permite afirmar que el mensaje es el mismo.

            La transducción, en estos procesos, presenta características de transmisión, pero también de traducción. Según Rodriguez (2007), en tanto transmisión posee una cualidad de desplazamiento y, como traducción, implica el paso de un registro a otro; sólo que lo transportado se transforma.

4–      En un cuarto sentido la transducción es uno de los modos del pensamiento. Y como tal, la transducción permite seguir y comprender la estructura de las transformaciones que se producen al interior de un sistema que está inmerso en el proceso de individuación.

La cualidad transductiva de la vida no puede ser aprehendida con los principios de la lógica racional occidental fundamentada en una lógica identitaria que –básicamente- está preparada para concebir a cada ser como idéntico a sí mismo. Este pensamiento racional se organiza bajo los tres principios de identidad, de no contradicción y de tercero excluido. Por el primero, A siempre es idéntico a A; por el segundo si A es A entonces no es B; por el tercero si A no puede ser a la vez B, mucho menos será C.

El pensamiento que se rige por esta lógica identitaria es apto para percibir y comprender las formas culturales establecidas, todas las significaciones ya instituidas y todas las cosas que existen tal como ya existen (seres, cosas y fenómenos naturales, objetos y fenómenos físicos, realidades sociales y humanas). Esta lógica permite a la conciencia diferenciar las cosas existentes y nombrar las cosas ya nombradas. Mediante ella reconocemos lo que nos es habitual. Sus definiciones y clasificaciones nos permiten orientarnos, situarnos en el mapa de las representaciones que son de uso vigente. Gracias a sus discriminaciones identificamos los objetos del mundo conocido, funcionamos dentro de sus paisajes.

Pero esta lógica resulta insuficiente para pensar las transformaciones, para seguir el movimiento de la vida, de las sociedades y sus imaginarios.

El movimiento y las transformaciones de los procesos vitales –e incluso físicos- sólo puede ser aprehendida por un modo de conocimiento que es de alguna manera fractal o especular a los mismos: el pensamiento transductivo.

El pensamiento transductivo se mueve como un continuum y avanza siguiendo el fluir de la realidad en sus transformaciones. En tanto permanece libre de las categorías que la racionalidad “identitaria” que las diversas culturas occidentales instituyen, puede “atender” cada elemento de la realidad en su singular presente.

El pensamiento transductivo que opera en los sueños, en las ensoñaciones, en los estados de atención flotante, en el pensamiento infantil, en el conocimiento mítico, en el humor de los chistes, en la metáfora, en los “saltos” de la invención o los descubrimientos científicos, en la creación de conceptos filosóficos, en la creación artística, no se deja encasillaren los compartimentos que la cultura de un momento fija.

Su libre fluir permite captar relaciones, series, afinidades, entre porciones de la realidad que han sido escindidas socio-históricamente por los distintos campos del conocimiento.

De esa forma percibe unidades entre seres, objetos, fenómenos y comprende -o construye- tramas inéditas; también podríamos decir que “intuye” la red de relaciones infinitas que la realidad conforma.

Un científico –por ejemplo- resuelve un enigma que afecta a algún aspecto de la biología humana, porque es sensible a ciertos fenómenos y sabe recortar nuevas unidades –unidades impensadas hasta entonces-, unidades de relaciones entre el ser humano y el mundo que habita; tal vez una unidad que la división de saberes había fragmentado; unidad que muestra ciertos nexos y continuidades que debido a dicha fragmentación no podían percibirse.

Será preciso pensar qué condiciones o vicisitudes psíquicas y vivenciales llevan a un sujeto a volverse más sensible, más intuitivo; a desarrollar la capacidad perceptiva de nuevos planos de la realidad, de aspectos latentes u ocultos tras el mundo de los hábitos y las costumbres.

El modo transductivo del pensamiento conecta con tramas relacionales que abren, instalan, muestran y explican desde nuevas perspectivas los distintos aspectos de la realidad. Walter Benjamin comprendió que en los estados en que las conciencias se distienden –justo entonces- se pueden revelar nuevos “mundos” de particulares afinidades insospechadas; “mundos” en los que realidades lejanas y contradictorias entre sí, mostraban súbitamente cierta afinidad. En todos los estados mentales donde la compenetración con algo de la realidad es muy intenso –podríamos decir íntimo-, y donde las significaciones de la conciencia ceden, se relajan y aminoran sus alertas,  se abre un terreno de experiencias en el que la subjetividad aún se comunica de manera mimética-corporal con las cosas.

5-       Pasando a una quinta consideración de la transducción y en el plano próximo a lo lógico, la transducción, no es ni deducción ni inducción, pues se detiene en la consideración de cada fenómeno en forma singular y capta del mismo todos los matices y cualidades.

La deducción es el movimiento del pensamiento que va desde una ley general hacia su aplicación a los casos particulares. De esta forma, considerará erróneos o anómalos a los atributos o casos que no se correspondan con la ley general.

Por su parte, la inducción, analiza cada fenómeno en particular pero con el fin de progresar hacia el descubrimiento de las regularidades o semejanzas que permiten agruparlos bajo un mismo enunciado general. En este sentido, realiza abstracciones de ciertos atributos que son comunes dentro de una serie de ejemplares observados. Así la inducción conserva de cada caso empírico lo semejante, borrando igualmente las diferencias, todo aquello que se aparte de la norma o legalidad que se está construyendo.

            La transducción, en cambio, no va ni de las partes al todo, ni del todo a las partes; sino que se mueve en un encadenamiento continuo de múltiples fenómenos –sin tener en cuenta categorías prefijadas-; avanza por los mismos de manera sincrónica (considera simultáneamente a los fenómenos; en oposición al orden diacrónico o sucesivo que analiza cada ser por separado); va de parte en parte, de singular en singular, considerándolos de manera autorreflexiva. De este modo, conserva de cada término singular de un dominio, tanto las semejanzas como las diferencias, sin reducción ni pérdidas.

Las formaciones del Inconsciente como fuentes del pensamiento inventivo

En realidad, los modos lógicos del pensamiento con que es habitual pensar –sobre todo en las culturas occidentales- desestiman las producciones derivadas de nuestros planos inconscientes. Félix Guattari, pensaba en la dimensión inconsciente como en una instancia absolutamente creativa; específicamente sostenía que el inconsciente “está estructurado como una multiplicidad de modos de semiotización” (Guattari, 2013: 19). Esto implicaría que el inconsciente es capaz de producir nuevos significados y también formas inéditas de transmitirlos. El inconsciente no sería sólo el depósito de lo reprimido, con lo cual se ha ganado una fama negativa, oscura, incluso temida como fuente de “lo siniestro”.

Las producciones de lo inconsciente, dimensión “oculta” para el sujeto y “ocultada” por la cultura, constituyen la materia prima del pensamiento transductivo. Ellas son “la creación de fluctuaciones productoras de otro equilibrio” (Guattari y Rolnyk, :302). Lo inconsciente tiene la potencia de la creación; frente a los órdenes y los “desórdenes” establecidos la potencia creadora de lo inconsciente es capaz de generar nuevos equilibrios; sus flujos, portan encriptados en multiformes códigos lo que creyeron escuchar, ver, intuir, los artistas de las épocas pasadas: el misterioso mensaje de la musas y de los dioses, la voz interna del daimon griego y el genius latino.

Guattari expresa en “Micropolíticas del deseo”: “propongo sustituir la concepción de un inconsciente fundado en una economía de cantidades pulsionales y conflicto por una modelización transformacional según la cual, en ciertas condiciones, los territorios del “yo”, los universos de la alteridad, los complejos de flujos materiales, las máquinas de deseo, los agenciamientos semióticos, icónicos, de intelección, pueden engendrarse unos a los otros. De este modo, ya no se trata de ajustarse a la forma de las instancias, sino de acceder a las transmutaciones, a las transducciones de sustancia.” (Ibid.; La negrita es mía)

Pero es muy difícil escuchar la voz de las musas para quien no está inmerso en una búsqueda creativa, en un trabajo que persiga cierta innovación o cambio, en una actitud de problematización y apertura. Tampoco puede beneficiarse con las fuerzas transformacionales de los planos inconscientes quien le teme a todo lo proveniente de lo inconsciente como a una potencia negativa o quien asocia sus producciones con el territorio de lo absurdo o lo contradictorio.

Ahora, si volvemos a mirar a lo inconsciente desde su potencialidad creativa podremos advertir que todo acto u objeto estético “trabaja” con movimientos semejantes a las lógicas del proceso primario del inconsciente freudiano. Sus “operatorias transformacionales” guían al pensamiento transductivo o inventivo. Los más grandes creadores de nuevos modelos explicativos han integrado sus potencias y han dejado fluir sus especulaciones entremetiéndose por los laberintos de las “formaciones de lo inconsciente”.

Por lo tanto podremos decir que todo acto estético de creación que incluye el pensamiento in[3] o transductivo se mueve siguiendo los siguientes principios:

  • remitiéndose a imágenes;
  • operando corrimientos y desplazamientos de los núcleos de significados instituidos;
  • desentendiéndose de la sucesión cronológica del tiempo;
  • haciendo que cosas contradictorias puedan coexistir en un mismo espacio, en una misma situación, bajo una misma categoría;
  • también puede moverse por antítesis, es decir invirtiendo los sentidos y los valores;
  • movilizándose más allá de los límites de cualquier sistema moral, ideológico o teórico;
  • produciendo hibridaciones y mezclas inusitadas;
  • modificando o alterando totalmente las escalas perceptivas, haciendo que un mínimo recorte de tiempo o espacio se convierta en una eternidad o en un mundo y viceversa.

La transducción es el movimiento de un pensamiento inconsciente que se desplaza libremente entre saberes (que no están organizados en campos como en la conciencia)  logrando asociaciones inéditas. La actividad intelectual consciente es la que se encarga de hacer la síntesis y crear formas culturalmente “legibles” que resuelven los malestares o las preguntas pendientes.

            La transducción es ese ir y venir –distendido y desprovisto de intención clara-que pasea su atención de elemento singular en elemento singular–sin tratar de categorizarlos en formas ya conocidas- y que se compenetra miméticamente –íntimamente- en cada instancia. La transducción es el desplazamiento libre del pensamiento que guiándose por planos sensoriales, perceptivos y emocionales intuye formas potenciales que la actividad consciente terminará trabajosamente de moldear.La transducción está, por lo mismo, en el inicio la base de la “visión” (insight) y el pensamiento creativo.

 

Bibliografía

Benjamin, W. (2004) Libro de los pasajes. Madrid. Ediciones Akal.

Cárdenas Paez, A. (2010) Hacia una didáctica analógica. Disponible en: https://www.academia.edu/8824761/Hacia_una_did%C3%A1ctica_anal%C3%B3gica.

Guattari, F. y Rolnik, S. (2013) Micropolítca: cartografías del deseo. Disponible en https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/Micropol%C3%ADtica-TdS.pdf

Piaget, J. (2007) El juicio y el razonamiento en el niño. (s/n/e)

Rodriguez, P. (2007) en Introducción de Simondon, G., El modo de existencia de los objetos técnicos. Buenos Aires. Prometeo libros.

Simondon, G. (2009) La individuación a la luz de las nociones de forma e información. Buenos Aires. Ediciones La Cebra y Cactus editorial.


[1] Borges, Jorge Luis; “Las Kenningar” en Historia de la Eternidad.

[2] Lo proteico –como condición de lo viviente- hace referencia a la versión mitológica del dios Proteo, un antiguo dios griego del mar, que era capaz de modificar infinitamente sus formas. Los humanos solían interrogarlo sobre el futuro, pero él aprovechaba su poder de transformarse en animal, vegetal o elemento –tal como el agua o el fuego- para sustraerse a las preguntas. Tal vez podría pensarse que su negación a informar proféticamente sobre el porvenir, también hace alusión o es metáfora de la naturaleza cambiante (transductiva) de la realidad.

[3]  PENSAMIENTO IN. Introducimos aquí esta forma nueva de llamar al pensamiento interno, transductivo, inconsciente, complejo, analógico y a sus vinculaciones, en insigth, con el pensamiento consciente (que es el que le reclama a aquel interno y cuasi secreto, la solución de un problema o enigma que su pulsión busca develar o revelar). Es una intención clasificatoria de propuesta identificatoria de este pensamiento que estamos definiendo y en el que se suman diversas operaciones mentales conscientes e inconscientes más sus disparadores emocionales.


Distintos niveles del pensamiento INVENTIVO o transductivo-analógico

PENSAMIENTO IN (inventivo-creador)

María Gabriela Gentiletti

La transducción-analógica es un mecanismo que gobierna en un vasto territorio mental: el del pensamiento infantil, el que corresponde al mundo de los sueños, a los momentos en los que la mente fluye distraídamente… Pero, a la vez, postulamos que esta operatoria, dirige y posibilita los “saltos” de todo acto inventivo o creador.

¿Cómo pensar más precisamente esta diferencia de posibilidades del pensamiento INVENTIVO o transductivo?

En principio, debe señalarse que la transducción puede trabajar en distintos niveles o funcionar en diferentes modos.

1) En un modo inferior o espontáneo, de modo independiente de los niveles más conscientes del sujeto, actúa tal como lo hace el pensamiento infantil o los sueños. (los procesos inconscientes trabajan por sus cuenta sin que comprendamos y aún ignoremos su devenir)

2) En un modo superior, funcionando de forma complejizada e integrada a los procesos conscientes-conceptuales, logra los resultados de la composición artística y de los grandes descubrimientos de la ciencia y la filosofía. (de alguna manera los deseos o pulsiones inconscientes y sus búsquedas analógicas se conectan con los intereses conscientes  de lograr una creación, un cambio, un nuevo proyecto)

Así que será clave discriminar los puntos que diferencian los posibles niveles de funcionamiento entre el pensamiento transductivo espontáneo y el pensamiento transductivo-IN-VENTIVO.

Debemos esbozar esos límites, pues son los que separan a la pura expresión subjetiva, de la actividad genuinamente creadora o inventiva.

Los tres modos del pensamiento INVENTIVO o TRANSDUCTIVO: cada modo incluye y amplía las potencias del anterior.


 

El pensamiento transductivo en Johannes Kepler

María Gabriela Gentiletti

            Detengámonos un tiempo para hacer una prueba… una aplicación de nuestra conceptualización sobre las operatorias del pensamiento inventivo «transductivo-analógico» que se nutre de las formaciones de lo inconsciente, para revisar cómo han trabajado en un caso de la historia de la “creación científica”.

            Tomaremos la experiencia intelectual de Johannes Kepler (1571-1630), porque ella es un asombroso ejemplo de una búsqueda tenaz que se deja llevar intuitivamente por distintos saberes y atraviesa los tiempos y las cosmovisiones, para ir a dar con un descubrimiento que algunos consideran tan revolucionario como el de Copérnico: el de la forma elíptica del movimiento de los planetas. Tal vez sólo por su laberíntico camino se haya logrado romper una creencia casi insoslayable para su época y las anteriores; tal vez sólo de esa forma se ha podido superar el mito de la perfección, implícita en la esfera (DIOS)  y en todo movimiento circular (lo divino), hasta llegar a proponer que las órbitas de los planetas no se correspondían con éste.

            En principio, la meta que se propone Kepler es afín a la de otros científicos y filósofos naturales de su época: descubrir la estructura y el orden que rige el movimiento planetario; aunque también lo animan sus profundas convicciones religiosas que lo conminan a revelar el secreto plan de la Creación, en el arquetipo divino que conforma el cosmos. Pero, a su vez, también lo convoca una antigua pasión estética: descubrir la armonía musical que producen con sus movimientos las “esferas celestes”.

            Desde este punto de inicio, se puede observar que ya los móviles de sus búsquedas producen hibridaciones y mezclas inusitadas para lo que se puede concebir como un saber científico.

            Pero, en concreto, sus preguntas lo llevan a la búsqueda de simetrías entre saberes disciplinares; trata de encontrar armonías y relaciones invariables detrás del aparente desorden que brindan las observaciones del movimiento planetario. Kepler trata de resolver “por qué los planetas son seis, por qué guardan unas distancias determinadas, por qué son ocho las consonancias, etc.” (García Martín, 2009: 24). Y también: ¿por qué se mueven en tales velocidades? (Liscia, 2007:11) Para pensar esas relaciones, Kepler reunirá los aportes de las matemáticas, la geometría y la música.

 Los sólidos platónicos

            Uno de sus primeros movimientos transductivos lo lleva a hacer una conexión inaudita entre el tamaño de las esferas planetarias[1]y la teoría de los sólidos regulares. Hubo un momento exacto en que el “azar” lo llevó a dibujar un triángulo dentro de un círculo que –a su vez- enmarca a otro círculo de menor radio en su interior. Esta percepción geométrica le otorgó la “visión” de que la proporción entre ambos círculos era igual a las órbitas de Saturno y Júpiter.

“En julio de 1595 se le ocurre a Kepler la idea central mientras estaba dando clases (probablemente de astrología) en la escuela protestante de Graz. Representando el transcurso de las grandes conjunciones de Júpiter y Saturno comenzó a trazar triángulos o mejor pseudo-triángulos o ´cuasitriángulos´, tales que, sin cerrarse, el final de uno fuera el comienzo de otro. Kepler advirtió que la figura generada en un círculo de radio r que mantiene con el círculo exterior de radio R una proporción muy interesante: R/r corresponde a la proporción de la esfera u orbe de Saturno con la esfera u orbe de Júpiter.” (Ibid: 12)

            Esta “conexión” entre figuras geométricas y medidas, que “casualmente” se le presenta, revive para él la antigua concepción platónica de los cinco sólidos regulares. En ella son solamente el tetraedro, el cubo, el octaedro, el dodecaedro y el icosaedro, los sólidos regulares que se pueden inscribir en el interior de una esfera.

            Teniendo en cuenta que en su tiempo los planetas eran seis, Kepler concluyó que las órbitas de los distintos planetas (siendo éstas aún circulares para él[2]) podrían circunscribir e inscribir a los distintos poliedros platónicos y, de esta forma, reconstruir todo el sistema planetario.

            De esta forma, Kepler formuló su “Secreto del universo”. En el mismo postulaba que se podían calcular el tamaño de todas las órbitas planetarias y, por lo tanto las distancias interplanetarias mediante la aplicación de los sólidos platónicos. Kepler realizaba así –para mediar sus cálculos matemáticos- un imaginario diseño arquitectónico, o mejor la “imaginaria arquitectura del cosmos”. Proponía que se pensara que la órbita de Mercurio era una esfera que estaba inscripta en un octaedro, la de Venus en un icosaedro, la Tierra en un dodecaedro, Marte en un tetraedro, Júpiter en un cubo, y Saturno es quien lo circunscribe con su esfera. Saturno circunscribe a todo el sistema planetario pues es el considerado último de los planetas existentes. Recordemos que el cosmos incluía al Sol y la luna y los seis planetas, más las estrellas fijas.

Modelo del sistema del mundo según el MysteriumCosmographicum. Para Kepler tanto las esferas como los poliedros sólo son un modelo geométrico sin realidad material.

 

            Para comprobar los resultados que su modelo le permitía alcanzar, Kepler reelaboró los cálculos provenientes de Copérnico sobre las distancias interplanetarias. Pero aunque los números se acercaban bastante a sus descripciones, se dio cuenta que los datos que manejaban contenían errores, por lo que no podía comprobar la veracidad de su teoría.

            Más allá de esta conclusión, lo interesante en nuestro caso es observar “el movimiento del pensamiento kepleriano”  y detenernos en considerar el modo casual en el que se le presenta la “visión” de un modo de resolución de sus interrogantes; la reactualización de una vieja teoría para pensar esa “visión” o supuesto; y la apelación a una imagen para concretarla.

            Todo ese escenario del pensamiento que nos lega Kepler en su escrito del MysteriumCosmographicum o Secreto del universo, evidencia el modo en el que opera la transducción o pensamiento IN dentro de los procesos de construcción del conocimiento.

            Estando Kepler inmerso en su trabajo, aunque no en una búsqueda directa –pues se supone que enseñaba astrología cuando le ocurre la idea- y habiendo estando graficando muchos triángulos dentro de círculos, tuvo la primera intuición de que: “la proporción de un círculo con otro parecía a primera vista casi igual a la que hay entre Júpiter y Saturno”[3]. Esto parece una repentina iluminación. Es el relampaguear del rayo; la iluminación de un instante que mencionamos de Walter Benjamin. Sus propios dibujos le forman la “configuración de indicios”. Su propio accionar dentro de una tarea colateral a la actividad propiamente científica, le ofrece las señales empíricas que estaba necesitando para armar una incipiente figura que pudiera ser paulatinamente traducida-transducida al lenguaje geométrico y luego al matemático.

            Luego intenta por sus medios dar forma a su intuición y lo sigue haciendo con otros polígonos regulares, pero fracasa. En ese momento es cuando acude desde el pasado un saber latente, una teoría caída en desuso por los astrónomos de su época: la teoría de los sólidos platónicos. Y entonces “sabe” que no son polígonos sino poliedros regulares los que –según los antiguos- explican la conformación y la estructura de la perfección de la esfera, que por analogía representa al universo.

            Mediante la vieja teoría platónica termina de armar su modelo, que aunque no le resuelve sus preguntas de manera satisfactoria, le vuelve a ofrecer todo un ejercicio mental que se apoya en la fuerza de las imágenes.

            Jacques Lacan cita en su “Clase 6”, del “Seminario 8”, el caso Kepler y se maravilla placenteramente en su epopeya intelectual. Observa:

“…cómo llega Kepler a dar la primera aprehensión que hayamos tenido de algo que es aquello en lo que consiste verdaderamente la fecha de nacimiento de la física moderna. Llega a ello partiendo de elementos en Platón (…) de una concepción puramente imaginaria (…) del universo.”

Lacan se sorprende del “refinamiento” de las especulaciones de Kepler, de cómo las mismas  “hacen entrar en ellas” la vieja idea platónica.  Dice: “los manuscritos platónicos son nuevamente integrados en la tradición occidental, y literalmente se sube a la cabeza de ese personaje”.

Lo que Lacan tal vez nos quiere hacer ver –o mejor a los discípulos que escuchan su clase- es que el pensamiento inventivo de Kepler  se mueve entre los dos registros: el de lo imaginario y el de lo simbólico; es este último el que se beneficia del primero. Es decir el pensamiento que nosotros llamamos transductivo, pensando en el acto de invención, salta, se mueve, conecta estos dos registros. Es decir que no marcha lineal por los caminos deductivos ni inductivos, sino que toma atajos, mira oblicuamente, se sale libremente de las huellas de la racionalidad establecida como tal.

Pero también se puede ver con la observación del maestro Lacan, cómo –dentro de esa libertad o apertura- conecta con ideas “ya treinta veces superada” –marca el maestro-. Y, tal vez, hay que remarcar lo que puede considerarse una paradoja del pensamiento: que para pensar lo nuevo tenga que remitirse a la tradición, a lo antiguo. O también podría plantearse lo mismo de otra forma y proponer que la transducción, al beber directamente de las formaciones de lo inconsciente, producen la conexión –o el retorno de- con ideas soslayadas, reprimidas socio-históricamente hablando. O también, como si la invención en su necesidad implacable de hallar formas para sus intuiciones apelaran sin prejuicio ni límites de sistemas morales o teóricos. Y entonces el impulso de la invención es la única fuerza que desconoce el significado de la represión o que es capaz de reinvestir de nuevos significados y revivir de forma transmutada lo que se había considerado sepultado por el tiempo.

Pero además está el uso de la “imagen” como medio del pensamiento. Esa “arquitectura del cosmos” que construye Kepler a partir de los sólidos platónicos, esa manipulación plástica que realiza para hacer sus cálculos –más allá de que hayan resultados fallidos-. “La imagen comomédium, como vehículo del pensamiento”. La imagen habilita el fluir del pensamiento, da forma y proporción a lo que el estudioso incansable intuye. La imagen le permite la asimilación de lo hasta entonces inconmesurable; y en ese sentido le da materia empírica, pero podríamos arriesgar que fuerza emotiva –ímpetu sensorial y afectivo- que le habría proporcionado a Kepler la posibilidad de apresar, “condensar” bajo una bella composición de cuerpos geométricos la posible arquitectura del universo, y con ella su más resguardado secreto.

La armonía del mundo

            Ante el fallido intento de lo sólidos platónicos, Kepler ha de producir otro gran “movimiento transductivo del pensamiento”. En este sentido, cambia el curso de su búsqueda y se propone hallar las relaciones existentes entre los movimientos planetarios y el viejo misterio pitagórico de la música de las esferas.

“Esta teoría, adoptada por Platón y reinterpretada por los filósofos cristianos se incorpora de lleno al pensamiento medieval europeo. También la doctrina astronómica ptolomeica, vigente durante el largo período que va desde el Siglo II hasta la revolución científica asume la existencia de la música de las esferas.” (García Martín, op.cit.:3)

Pero cuando ya ningún astrónomo consideraba esta teoría, Kepler la retoma y expone en el libro V de su Harmonices Mundi, las relaciones armónicas que permitirían comprender las razones del inaprehensible movimiento de los planetas.

De esta forma, en un nuevo retorno al saber pitagórico, Kepler adoptará a la música como cristal conceptual desde el cual  mirar el comportamiento de las esferas. Sólo desde esta nueva mediación podrá confirmar dos de las leyes que organizan el movimiento planetario: la primera que sostiene que las órbitas son excéntricas (también dirá, más precisamente, elípticas); la segunda que refiere a que la velocidad angular del movimiento planetario es variable.

Para poder “imaginarse” o para alcanzar una “imagen mental” de la variabilidad de velocidades, nuestro físico y astrónomo realiza una llamativa analogía con la música: a cada planeta le atribuye un canto particular e incluso un determinado tono de voz. De esta forma, las distintas variaciones  de los movimientos planetarios de acuerdo a sus mayores o menores distancia del sol (perihelio y alfelio), producen armonías polifónicas que sólo pueden hacerse audibles con la agudeza del intelecto.

Reactualizando la antigua teoría pitagórica a través de sus cálculos, Kepler propuso que lo que se producía como “música del movimiento variable de los planetas” era una gran polifonía renacentista. Además observó que existiría también una diversidad de consonancias, de acuerdo a las alineaciones de más o menos planetas. Llegó a creer que en los puntos de máxima consonancia –cuando en muy pocas oportunidades se alinearan los seis supuestos planetas- se habrían provocado los grandes acontecimientos de la historia universal, entre ellos la Creación.

De esta manera, nuestro erudito científico, hace proliferar las analogías y extrema las conexiones entre el modelo astronómico y la más excelsa música de su propia época. Es persistente en sus búsquedas y en sus “juegos” a lo largo de toda su vida.

Pero mediante “analogías y juegos combinatorios” fue a dar con la clave que relacionaba las velocidades angulares del movimiento planetario con la condición estructural de la polifonía renacentista.

Juego de “afinidades selectivas” que interconectan dos campos del conocimiento y dos fenómenos de la realidad.

Lacan habla de este “prodigio de tenacidad” que es Kepler y advierte que en los desarrollos de sus teorías puede verse “el juego de escondite de la formación inconsciente” que en su caso lo favorece, permitiéndole establecer conexiones inauditas.

Las armonías musicales retornan para brindar sustrato estético-formal al pensamiento matemático, dando imagen acústica a las velocidades de cada planeta sobre su órbita, y estableciendo un puente cognoscitivo para terminar de asimilar la forma elíptica de los movimientos planetarios.

Las “afinidades selectivas”del cosmos de Kepler

            Es probable que los tiempos de Kepler hayan sido propicios para estas extrañas combinatorias del conocimiento. Si bien –tal como nos advierte Lacan- su “vida personal, en el contexto de la revolución de los campesinos, luego de la guerra de los Treinta Años, es una vida de la gran siete”, debemos considerar que los siglos del Renacimiento incentivaban estos saberes integrados. Pero sus interconexiones entre campos de conocimientos le permite partir de concepciones absolutamente imaginarias-míticas en las que el universo está regido por las cualidades perfectas de la esfera, para terminar por alcanzar una inversión simbólica, en la que la esfera y los movimientos circulares son desplazados paulatinamente hacia la concepción de excentricidad de los recorridos y finalmente hasta lo elíptico de las órbitas planetarias.

Todo el proceso de descubrimiento de Kepler incluye el pasaje de una cantidad de información –las observaciones de Tycho Brahe, los cálculos copernicanos, la teoría de los sólidos, las armonías pitagóricas, las polifonías renacentistas- que se va interconectando y van produciendo sucesivas hibridaciones-transmutaciones-transducciones del sentido.

Por lo mismo, este ejemplo nos permite volver a mirar el concepto de pensamiento inventivo o transductivo en cuanto a sus operatorias lógicas.

En la sinuosa deriva de la obra de Kepler podemos ver paradigmáticamente o ejemplarmente tantas condiciones del pensamiento IN-inventivo como hallaríamos en una obra de arte de las vanguardias del Siglo XX.

El MysteriumCosmographicum y el HarmonicesMundivan creciendo en el desocultamiento de sus verdades; este trabajoso andar no sigue la progresión que hoy conocemos de la primera ley hacia la tercera[4]; pues Kepler “ve” primero la segunda que corresponde a la variabilidad de las velocidades de los planetas de acuerdo a su distancia del sol que la primera. El camino de la configuración de las formas o el desvelamiento de las mismas no sería tal vez la prolija sucesión de un axioma o de un teorema; éstos se obtienen en todo caso al regreso de un prolongado viaje que siempre presenta encrucijadas, encerronas, desvíos, desorientaciones e incluso riesgosos accidentes.

Kepler realiza su apasionado viaje con ese libre fluir transductivo que –como hemos señalado en nuestra conceptualización- permite captar relaciones, series, afinidades, entre porciones de la realidad que han sido escindidas u omitidas socio-históricamente. Es esa libertad de acoplamientos  la que habilita la percepción de nuevas unidades entre fenómenos y en ellas capta la red de relaciones, las afinidades selectivas, las correspondencias entre realidades aparentemente lejanas.

En sus búsquedas,  -¿o podríamos decir sus composiciones?- conecta conocimientos de distintos tiempos, desentendiéndose de la sucesión cronológica del tiempo, y “vuelve ala vida” los saberes pitagóricos y platónicos que permanecían en estado de latencia. Con ellos da un primer sustento, un primer cuerpo a sus intuiciones. Retoma y transmuta la tradición, como si solamente por el reingreso de lo antiguo se consolidara lo nuevo.

También se remite a imágenes, tanto las imágenes visuales de los cuerpos geométricos como las imágenes acústicas que le proporcionan las polifonías renacentistas, se constituyen como vehículo de un pensamiento que necesita proveerse de elementos sensoriales, de formas visuales y auditivas, de ciertas sustancias vibrátiles capaces de otorgar “vida” o material empírico a las abstracciones de las Matemáticas y la Física astronómicas.

Es evidente que su libertad compositiva le permite movilizarse más allá de los límites de cualquier sistema moral, ideológico o teórico. Tal vez su potencia revolucionaria resida en la construcción tripartita que se desliza entre el mito, lo estético y la más alta ciencia de su tiempo. Pero también fue la integración disciplinar de astronomía, física, matemática y música, la que le posibilitó superar el mito de la perfección de la esfera. Mediante estas hibridaciones que atraviesan y entrecruzan todos los sistemas, logra la inversión genial de los sentidos asumidos como divinamente definitivos.

Por último, y como posibilidad superlativa del pensamiento transductivo y, a la vez, aproximación máxima entre el descubrimiento científico y la creación artística, Kepler demuestra poder modificar o alterar totalmente las escalas perceptivas.  Ya sea, jugando a ser el arquitecto que quiere reconstruir el plan de la Creación  y arma su maqueta-modelo a partir de los poliedros. Ese “proyecto” es capaz de conmocionarnos si pensamos la potencia humana que se despliega tras las huellas de un accionar que se considera divino. Nos llega a conmover el sueño de ese hombre que modela con su intelecto el secreto plan del universo. Pero también crea imágenes profundamente sugestivas cuando imagina metafóricamente el canto de los planetas, la composición musical que producen sus movimientos. Todas las escalas perceptivas se nos trastocan y nuestra propia imaginación se sienta a disfrutar, ante ese espectáculo del cosmos, para escuchar intelectualmente sus sonidos.

Vemos de todas estas formas enunciadas en la obra de Kepler la marcha y los logros del pensamiento inventivo o transductivo. Ese pensamiento-otro que opera pasajes entre los registros imaginarios y los simbólicos, o entre lo inconsciente y lo consciente, que se mueve libremente entre saberes, logrando acoplamientos inéditos. Ese pensamiento-otro que se deja guiar por planos sensoriales, perceptivos, afectivos para alcanzar las intuiciones que el saber conceptual acabará muy laboriosamente de modelar.


[1]Para la astronomía tradicional los planetas están incrustados en esferas reales o imaginarias. Kepler rechaza la realidad de las esferas.” (Liscia, 2007:10)

[2] Kepler sostenía aún la circularidad de las órbitas, pero había descubierto la excentricidad de sus movimientos; esto es el perihelio (cercanía al sol) y el afelio (lejanía al sol). Por lo mismo tuvo que trazar tres circunferencias para cada planeta: una interior que corresponde al perihelio; otra mínima o circunferencia media del planeta al sol; y una exterior, dada por el afelio de la órbita. A cada una de estas circunferencias correspondería una esfera de igual radio, cuyas circunscripciones e inscripciones en los poliedros regulares harían encajar los tamaños de las diferentes órbitas.

[3] La anécdota citada por el propio Kepler en el Prefacio de “El Secreto del Universo” (García Martín, op.cit:24)

[4] “1. Las órbitas de los planetas son elipses en uno de cuyos focos se

encuentra el sol (ley de las elipses).

  1. El radio-vector (i.e. la línea que conecta al sol con el planeta,

p.e. SP1) barre áreas iguales en tiempos iguales (ley de las áreas). Ello

tiene como consecuencia que el planeta se mueve más rápidamente

cuando está más cerca del sol (perihelio) y más lentamente cuando

está más lejos de él (afelio).

  1. Los cuadrados de los tiempos periódicos T

1 y T2 de dos planetas se comportan entre sí como los cubos A1y A2 del eje mayor de la

elipse (i.e. como su distancias medias al sol): . Puesto

que los tiempos periódicos son relativamente fácil de establecer es posible entonces calcular las distancias al sol.” (Liscia, op. Cit: 3)